Al noreste de la ciudad, a unos 7 kilómetros de distancia.
Se sitúa en el Cerro de la Plaza de Armas, en la Campiña Oriental, dominando la fértil vega del río Guadalbullón. Se accede desde la carretera JV3012 que une la capital de Jaén con Torrequebradilla. Tras pasar una cantera, a la salida de la barriada de Puente Tablas, se toma una pista a izquierda que conduce al poblado.
Encontramos en ella una alta muralla y una ciudad, más un palacio de un personaje aristocrático.
El primer urbanismo de trazado ortogonal y el primero conocido de época ibérica en el Valle del Guadalquivir.
Está ubicado a 434 metros sobre el nivel del mar, en un cerro amesetado, cuya forma viene determinada por la existencia de una potente fortificación ibérica de trazado irregular ya que se adapta a las elevaciones y giros del cerro.
Es el primer oppidum conocido de época ibera en el Valle del Guadalquivir.
El asentamiento se encuentra en buen estado de conservación, gracias a
las diferentes campañas de consolidación que se han realizado sobre el
sistema de fortificación, así como el vallado de todo el recinto.
Se distinguen tres zonas distintas en su espacio interior:
En el centro se distribuye la trama urbana con las casas dispuestas a lo largo de calles paralelas en dirección Este-Oeste.
Al Oeste se encuentra una zona de carácter singular atribuida a residencia aristocrática (Oppidum Puente Tablas. Palacio).
El yacimiento del Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas fue excavado en la década de los 70 por Manuel Pellicer, reanudándose las excavaciones sistemáticas realizadas desde 1985 por el equipo del departamento de Prehistoria de la Universidad de Jaén dentro del proyecto de investigación "El Poblamiento Ibérico en la Campiña de Jaén", han puesto de manifiesto la ocupación del cerro desde el Bronce Final hasta época romana republicana, siglo IX-II a. C., con un hiatus en el siglo III a. C. hasta el siglo II a. C. Asimismo, se ha documentado una ocupación más antigua, del Cobre Inicial en la zona septentrional, y otra del siglo X d. C. en el sector occidental.
Este lugar empezó a poblarse en la Edad del Bronce Final (finales del siglo IX a.C.)
Aunque no fue hasta el siglo VII a.C. cuando se construye una potente fortificación y se dispuso la urbanización del poblado, que se mantuvo en los siglos siguientes, pasando las casas de planta circular a casas cuadradas y pavimentadas.
Estuvo habitada hasta finales del siglo IV a.C., cuando sus habitantes se desplazan seguramente al Oppidum de Auringis, en el Cerro de Santa Catalina.
A mediados del siglo III a.C. durante la Segunda Guerra Púnica se vuelve a ocupar, y se abandona definitivamente a finales de este siglo.
Un amplio recinto de 30.000 metros cuadrados en el que se pueden definir un trazado urbanístico definido por calles, casas de planta poligonal y áreas públicas, éstas principalmente en la zona occidental de la meseta, en las que se construyeron importantes edificios edilicios.
Se trata de un asentamiento de tipo medio, del siglo IV antes de Cristo en el que pudieron vivir unos 743 habitantes
En él se conservan restos desde la Edad del Bronce hasta la época islámica.
El Cerro de la Plaza de Armas destaca por su posición estratégica sobre las tierras fértiles de la vega, en la margen derecha del río Guadalbullón, así como por la proximidad de minas de almagra y yeso.
Han sido abundantes los hallazgos de cerámica de borde quebrado y vuelto de finales del siglo V y principios del IV.
El poblado no se romaniza y en él se encuentran restos asimismo de cultura tartésica y medieval.
Una ciudad que posee un urbanismo descubierto gracias a los análisis eléctricos y magnéticos.
El lugar, geológicamente del triásico, tiene multitud de recursos aún sin tener condiciones para la agricultura en un terreno improductivo de suelos muy malos, con yacimientos de yeso y sal en explotación por los iberos aquí.
El agua es buenísima, de la Fuente del Realejo ya lo dice el dicho popular El agua del Realejo, para agua mejor que el vino añejo.
El nombre de Tablas viene aparte, de un puente viejo de tablas, de las tablas de aguas que en abundancia existían.
La ciudad parece trazada con escuadra y cartabón, de calles perpendiculares y de estado muy bien conservada.
Las familias aunque tuvieran catorce o más alumbramientos, que no prosperaban en edad adulta más de tres o cuatro, siendo la esperanza de vida de 25 años para los varones y bastante menos para las hembras.
Los análisis paleoambientales han confirmado que el entorno era un bosque mediterráneo con pino, encina y roble; y junto al río, un bosque de galería de chopos, sauces, olmos, zarzamora, taray, alisos y fresnos.
En la vega se cultivaba cereales (cebada vestida y trigo desnudo) y legumbres (guisantes, habas, lentejas y garbanzos). En esta época se expandió el cultivo de la vid, el almendro, el nogal, el olivo, el cerezo, el ciruelo y la higuera entre otros. Vacas, cerdos y ovejas completaban el paisaje agrario.
La vid era escasa y de los aristócratas, al igual que el olivo se encontrarían dos o tres ejemplares aislados conviviendo con el cereal que es mayoría en el paisaje ibero y en su dieta; de la que hay que eliminar el tomate, el pepino, la patata y si habría algo de guisantes; la carne era de cordero, cerdo y pollos que se encontraban en las cochiqueras de cada casa.
Hay que destacar que en este oppidum se ha encontrado el único ejemplo de palacio ibero que conocemos hasta la fecha (Oppidum Puente Tablas. Palacio).
Declarado Bien de Interés Cultural.
Época prehistórica
La ocupación de época prehistórica se desarrolla en la ladera Norte, extramuros del oppidum.
Se han podido determinar dos fases de ocupación en unos aterrazamientos artificiales en la terraza del Trías.
Las cabañas se realizan con materiales orgánicos.
Asociados a ellas aparecen hoyos de poste y un hogar central formado por una plataforma de guijarros del río.
El material artefactual está relacionado con las actividades domésticas de transformación.
En la primera fase, predominan los grandes vasos de paredes rectas, las fuentes de carenas bajas, que irán evolucionando hacia la carena alta y la modificación del labio a modo de pestaña, que en la fase siguiente encontramos junto a suaves inflexiones en la línea de carena y un engrosamiento de los labios, mientras que los vasos de paredes rectas serán sustituidos por los cuencos. Sin embargo, es en el material silíceo donde se da el mayor cambio tecnológico, ya que se pasará de una industria con fuertes influencias microlaminares a otra con hojas más anchas y tallas laminares no microlíticas, junto a puntas de flechas de talla bifacial y los elementos de hoz.
Bronce Final Reciente
Anterior al inicio de la fortificación se han
documentado cabañas y hoyos de poste, al igual que un zócalo.
La
ocupación se desarrolla por toda la superficie del cerro, posiblemente
debido a un desplazamiento progresivo más que a la ocupación coetánea en
toda su extensión.
Entre la cultura material destaca la cerámica a mano
con formas abiertas acampanadas con digitaciones en el borde, pequeñas
ollitas de cuello indicado con mamelones y baquetones y por vasitos con
carena marcada al exterior y borde recto o ligeramente exvasado.
Así
mismo, halló un peine de marfil decorado.
Protoibérico
Finales del siglo VIII-VII a. C.
La ocupación se tiene
documentada en la zona sureste y en el centro de la meseta.
Supone esta
fase un cambio completo de la cultura indígena ya que se generalizan
otros patrones de habitación, como es la casa cuadrada compartimentada.
Se inicia la fortificación construida a partir de la técnica de la
piedra en seco, con talud que se apoya sobre un paramento aplomado de
gran grosor y con bastiones-contrafuertes rectangulares con la misma
técnica, junto a un complejo sistema de interior de pasillos.
En la cultura material, esta fase marca el inicio de la cerámica a torno
que convive con la de mano, junto a restos de fíbulas de doble resorte.
Será característica la cerámica a torno polícroma en rojo y negro con
bandas anchas y formas que serán clásicas, como las urnas de Cruz del
Negro y los pithoi de asas bífidas desde el cuello hasta el hombro.
Horizonte Ibérico Antiguo
Siglo VI-primera mitad del siglo V a. C.
En
este periodo hay algunas pequeñas modificaciones en la fortificación que
respetarán la estructura del primer lienzo.
La ocupación se desarrolla
tanto al interior como al exterior de la muralla y ya se define un
planeamiento urbano con la existencia de calles, el cual se respetará
grosso modo durante todo el período Ibérico Pleno.
Debido a las
construcciones posteriores las estructuras de habitación aparecen poco
definidas, no obstante sí se aprecia la planta cuadrangular
compartimentada en tres estancias consecutivas en sentido longitudinal,
los muros sin cimentar con zócalos de piedra caliza, los alzados de
adobe con revoco y los pavimentos de tierra apisonada con guijarros y
fragmentos cerámicos.
Los distintos tipos de cerámica propios de la cultura ibérica
presentarán una evolución, de este modo la cerámica gris se va a definir
por las formas abiertas tipo platos, o bien cuencos con el borde
engrosado hacia el interior. La cerámica polícroma en rojo y negro irá
definiendo sus motivos geométricos, con bandas cada vez más estrechas y
con la aparición de circunferencias cruzadas por una línea, al par que
las formas típicas de un primer momento serán las urnas Cruz del Negro,
los pithoi con asas dobles desde la boca, las cazuelas estranguladas,
los vasos ovoides de borde marcado y los cuencos de labio engrosado,
para encontrar un segundo momento las urnas de orejetas, el vaso "a
chardón" y la urna tipo Toya. El final de este periodo queda definido
por las importaciones griegas áticas de figuras rojas.
Horizonte Ibérico Pleno
Segunda mitad del siglo V- mediados del siglo
IV a. C., momento en el que se abandona el oppidum.
Durante este período
habrá asimismo "soga y tizón" junto a las piedras de mayor tamaño y
revistiendo algunos contrafuertes.
A nivel urbanístico, se desarrolla el
sistema de red poligonal con calles y casas de planta cuadrada que se
distribuyen a un lado y a otro de la calle.
Las compartimentaciones de
las casas de la etapa anterior adquieren mayor complejidad en relación
con un aumento de la división del trabajo en el hábitat.
Asimismo, se ha
podido documentar en un extremo de la manzana, realzado respecto al
resto, un edificio con pórtico columnado y de tamaño muy superior a los
demás.
Dentro de la cultura material, se ha de destacar la desaparición de
la policromía en la cerámica pintada y el uso del color rojo como
elemento clave, a veces asociado a la pintura blanca o con una mezcla de
tonalidades que van del rojo al marrón, pasando por el violáceo.
Los motivos decorativos adquieren mayor calidad técnica, destacando
los semicírculos concéntricos, cuadrantes de círculos o peines y
cabellera o aguas muy regularizadas junto con bandas anchas y estrechas y
filetes.
Asimismo, hay una tendencia el biselamiento de los bordes de
los recipientes abiertos, y propio de esta zona desde mediados del siglo
IV a. C., se comienza a estampillar el borde en el panel de los
recipientes cerrados.
También son características de este período las
imitaciones de cráteras de columnas o de campana, los kalathos
estrangulados.
Horizonte Ibérico Final
Finales del siglo III a. C.
Supone la
reocupación del cerro por la población íbera, momento en que se realiza
una nueva fortificación más débil constructivamente, con la técnica de
spicatum y con base de piedras planas de mayor tamaño, que en ocasiones
se desarrolla sobre otra fortificación o sobre su sedimentación. Los
contrafuertes mucho más pequeños 3 x 3 metros, cuadrangulares y se
disponen intercalándose a lo largo de todo su recorrido.
Se ha
documentado una de las puertas de acceso al recinto, caracterizada por
dos torreones del mismo tipo que los bastiones-contrafuertes, que
tienden a crear un embudo que se cierra desde el interior al exterior.
Entre la cerámica, hay que destacar la continuación de la monocromía
del rojo y la mayor profusión decorativa que aparece en el interior de
los platos. Asimismo, se normaliza el estampillado en los bordes en
panel y se desarrolla el kalathos y los grandes toneles decorativos.
Entre la cerámica de importación encontramos la Campaniense A.
La recuperación del oppidum conlleva asimismo un cambio en el
sistema de explotación agropecuario como pone de manifiesto el cambio
experimentado en los porcentajes de fauna, pasando en este período a un
predominio de las ovejas y del cerdo frente al ganado vacuno que había
predominado desde Bronce Final Reciente. Es decir, durante esta fase la
asociación cerdo-ovejas-cereal supone un cambio radical frente al dúo
cereal-vacuno, que entra en crisis al final de la fase anterior.
Época medieval
Se desarrolla durante el siglo X d. C., quedando patente
en las fosas dispersas por todo el asentamiento que han cortado los
estratos más antiguos.