Cayo Julio César. En latín Caius Iulius Caesar (IMP·CAIVS·IVLIVS·CAESAR·DIVVS)
Nació en Roma el 13 de julio o 12 de julio, 100 adC, tras un parto complicado en que se tuvo que realizar una operación que debe su nombre a Julio César: cesaria.
Creció en el seno de una antigua familia de patricios, llamada Julia.
Su ascendencia, de acuerdo con la leyenda, llegaba a Iulo, hijo del príncipe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus. En el apogeo de su poder, César inició en Roma la construcción de un templo a Venus Genetrix, en reconocimiento a su supuesta antepasada.
César creció en el Subura, un barrio de clase baja de Roma.
Su padre, cuyo nombre era también Cayo Julio César, alcanzó en el cursus honorum el rango de pretor.
Su madre era una Aurelia de la rama de los Cotta, una familia plebeya rica e influyente.
Los Julios Césares, aunque patricios, no eran ricos para los patrones de la aristocracia romana de la época y por ese motivo, ni su padre ni su abuelo obtuvieron cargos prominentes en la República.
El crecer entre los ciudadanos de clase baja aparentemente le enseñó a hablar varios idiomas, incluyendo hebreo y algunos dialectos galos.
Su tía paterna Julia se casó con el talentoso general y reformador Cayo Mario, líder de la facción progresista del Senado, los Populares, frecuentemente enfrentados a los Optimates (conservadores).
Al final de la vida de Mario, las disputas internas entre las dos facciones habían llegado al punto de ruptura.
En 86 adC estalló una guerra civil, cuyo resultado a largo plazo fue la dictadura de Lucio Cornelio Sila.
César fue nombrado Flamen dialis (sumo sacerdote de Júpiter) por Lucio Cornelio Cinna, aliado de Mario.
En el año 85 adC, poco tiempo después que César cumplió 15 años, su padre cayó enfermo y murió.
Tanto Mario como su padre legaron muchas de sus propiedades y riquezas al joven Julio, además de formarle intelectualmente.
César estaba unido por lazos familiares al bando perdedor: no sólo era sobrino de Mario, sino que también estaba casado con Cornelia, hija de Cinna. Su situación era insegura.
Sila le ordenó divorciarse de Cornelia para demostrar su lealtad al nuevo régimen, pero César se negó y escapó de Roma.
El dictador se enfureció y envió sicarios a capturarlo y asesinarlo.
Fue la intervención de su familia y amigos influyentes lo que le salvó de la muerte. Sus tíos Marco, Cayo y Lucio Aurelio Cotta, junto con las vírgenes vestales y el propio yerno de Sila, Mamerco Emilio Lépido Liviano, convencieron al Dictador de perdonarle la vida. Sila accedió de mala gana pero, según Suetonio, les dijo que ese joven a quien habían salvado la vida sería la perdición de la facción de los Optimates, en la que ellos habían luchado y que "en él veo muchos Marios".
A pesar del perdón de Sila, César no quiso volver a Roma y marchó a Oriente para servir en la guerra contra Mitrídates VI del Ponto junto con el cónsul Minucio Termo.
Durante esa campaña, César se distinguió por su valentía en combate y sus capacidades de liderazgo (como en el sitio de Mitilene), lo que le supuso la consecución de la corona civil.
Después de la muerte de Sila en el 78 adC, César regresó a Roma e inició una carrera como abogado en el Foro romano, dándose a conocer por su brillante oratoria.
Sus principales víctimas eran los políticos corruptos acusados de extorsión.
Con el perfeccionismo que siempre lo caracterizó, César no estaba contento consigo mismo y viajó a Rodas para estudiar filosofía y retórica con el gramático Apolonio Molón.
Pero durante el viaje, su barco fue abordado por piratas que lo raptaron.
Cuando exigieron un rescate de 20 talentos de oro (un talento equivalía a 26 kilos), César los desafió a pedir 50.
38 días después, el rescate llegó y César fue liberado después de un cautiverio bastante cómodo donde hizo amistad con algunos de los secuestradores.
Recuperada su libertad, organizó una fuerza naval, capturó el refugio de los piratas y ordenó su crucifixión.
En el 69 adC, Cornelia murió al dar a luz a un niño que nació muerto y poco después César perdió la tía Julia, viuda de Mario, de quien era muy cercano.
Contrario a la costumbre de la época, César insistió en organizar funerales públicos para ambas.
Ambos funerales sirvieron también para desafiar las leyes de Sila, pues se exhibieron en el sepelio de Julia las imágenes de Cayo Mario y del hijo que había tenido con ella y que también había luchado contra Sila, Cayo Mario el Joven, y en el sepelio de Cornelia, la imagen de su padre Cinna. Todos ellos habían sido proscritos, y las leyes del dictador prohibían mostrar sus imágenes en público, pero César no vaciló en quebrar las reglas. Eso fue muy apreciado por la opinión pública y repudiado por los Optimates.
César fue electo cuestor por la Asamblea del Pueblo en el 69 adC, con 30 años de edad, como estipulaba el cursus honorum romano.
En el sorteo subsiguiente, le correspondió un cargo en la provincia romana de Hispania Ulterior, situada en lo que es hoy día Portugal y el sur de España.
Según cuenta una leyenda local, en el Herakleión de la ciudad de Gades (Cádiz), situado en lo que actualmente es el Islote de Sancti Petri, Julio Cesar tuvo un sueño que le predecía el dominio del mundo después de haber llorado ante el busto de Alejandro Magno por haber cumplido su edad sin haber alcanzado un éxito importante.
Allí, como cuestor, conoce a Lucio Cornelio Balbo "El Mayor" el cual, posteriormente, se convirtió en consejero y amigo del futuro dictador y propretor de la Hispania Ulterior en el año 61, proporcionando Gades un gran apoyo a la flota romana en su campaña de Lusitania, donde Balbo ya era praefectus fabrum u oficial de la plana mayor de César.
A su regreso a Roma, César prosiguió su carrera como abogado hasta ser electo Edil en el 65 adC, el primer cargo del cursus honorum que tenía imperium.
Las funciones de un edil pueden ser equiparadas a las de un moderno Presidente de una Junta Municipal e incluían la regulación de las construcciones, del tránsito, del comercio y otros aspectos de la vida diaria.
Pero el cargo podía ser también un regalo envenenado, pues incluía la organización de los juegos en el Circus maximus lo que debido a lo limitado del presupuesto público, exigía la utilización de fondos personales del edil.
Esto era especialmente verdad en el caso de César, que pretendía realizar juegos memorables para impulsar su carrera política. Y de hecho aplicó todo su ingenio para conseguirlo, llegando a desviar el curso del Tíber para una representación en el circo, pero acabó el año con deudas del orden de varios cientos de talentos de oro.
Sin embargo, el éxito como edil fue una ayuda importante en su elección para Pontifex Maximus en el año 63 adC, después de la muerte de Quinto Cecilio Metelo Pío.
El día de su elección había sospechas de un atentado contra él, lo que obligó a Julio César a decir a su madre: Madre, hoy verás a tu hijo muerto en el foro o vistiendo la toga del sumo pontífice.
El cargo implicaba una casa nueva en el Foro, la Domus Publica, la responsabilidad de toda la vida religiosa de Roma y custodia de las vírgenes vestales.
Para la vida personal de César, también significaba el alivio del fin de las deudas.
Su estreno como pontifex maximus fue marcado por un escándalo. Después de la muerte de Cornelia, César se casó con Pompeya, nieta de Sila. Como esposa del pontifex maximus y una de las matronas más importantes de Roma, Pompeya era responsable de la organización de los ritos de la Bona Dea en diciembre, exclusivo a las mujeres consideradas sagradas. Pero durante las celebraciones, Publio Clodio (un joven líder demagogo, considerado peligroso) consiguió entrar en la casa disfrazado de mujer. En respuesta a este sacrilegio, del cual ella probablemente no era culpable, Pompeya recibió una orden de divorcio.
Cesar admitió en público que él no la consideraba responsable, pero justificó su acción con la célebre máxima: La mujer de César tiene que estar por encima de toda sospecha.
En el 63 adC César fue electo pretor y Marco Tulio Cicerón cónsul.
Durante su consulado, Cicerón reveló una conspiración para destronar a los magistrados electos, liderada por Lucio Sergio Catilina, un patricio frustrado por su falta de éxito político.
El resultado fue una ejecución sin juicio de cinco prominentes romanos aliados de Catilina. Raramente se ejecutaba sus ciudadanos y cuando se hacía era sólo después de complejos procesos judiciales.
César se opuso a esta medida usando para esos fines su mejor oratoria, pero fue vencido por la insistencia de Marco Porcio Catón el Joven y los 5 hombres fueron ejecutados ese mismo día.
Los opositores políticos de César lo acusaron de formar parte de la conspiración de Catilina, lo que nunca fue probado ni perjudicó su carrera.
Después de su complicado año como pretor, César fue nombrado gobernador de Hispania Ulterior.
En el 59 adC César fue electo cónsul.
Como segundo cónsul fue electo su enemigo político, Marco Calpurnio Bibulo, miembro de la facción conservadora y amigo de Catón el Joven.
El primer acto de Bíbulo como cónsul fue retirarse de toda la vida política con el pretexto de dedicarse a la observación de los cielos en busca de presagios. Esta decisión, aparentemente de espíritu religioso, estaba destinada a impedir a César aprobar leyes durante su consulado.
En ese mismo año, Pompeyo se encontraba en disputa abierta con el Senado por causa del derecho de sus veteranos a tierras de cultivo.
Al mismo tiempo, el antiguo cónsul Marco Licinio Craso, el hombre más rico de Roma, se encontraba también en dificultades para obtener el tan deseado comando en la guerra contra el Imperio Persa.
César precisaba del dinero de Craso y de la influencia y popularidad de Pompeyo y así se formó una alianza informal.
Los historiadores designan esta unión como el primer triunvirato, o el gobierno de los tres hombres.
Para confirmar la alianza, Pompeyo se casó con Julia Caesaris, la única hija de César, y a pesar de la diferencia de edades y ambiente social el matrimonio fue un éxito.
Después de un año difícil como cónsul, César recibió poderes proconsulares para gobernar las provincias de Galia Transalpina (actualmente al sur de Francia) e Iliria (la costa de Dalmacia) por cinco años.
Una gobernación pacífica no se adecuaba bien a su personalidad y César inició las Guerra de las Galias (58 adC - 49 adC), donde conquistó la Galia (el resto de la actual Francia), parte de Germania e hizo una breve visita a las islas británicas.
Entre sus legados se contaban, entre otros, los primos Lucio Julio César y Marco Antonio, Titus Labienus (Tito Labieno) y Quintus Tullius Cicero (Quinto Tulio Cicerón) (hermano más joven de Cicerón), todos hombres que habrían de ser personajes importantes en los años siguientes.
Julio César fue el maestro supremo de la guerra relámpago, a la que se conoció como celeritas caesaris, o «rapidez cesariana».
César derrotó pueblos como los helvéticos en 58 adC, la confederación belga y los nervios en 57 adC y los vénetos en 56 adC.
Finalmente, en 52 adC, César venció una confederación de tribus gálicas lideradas por Vercingetórix en la batalla de Alesia.
La campaña resultó en 800 ciudades capituladas (como la de Avarico, la cual de los 40.000 defensores, solo quedaron 800), 300 tribus sometidas, un millón de galos reducidos a la esclavitud y otros tres millones muertos en los campos de batalla.
César venció a lo largo de su carrera militar siempre en inferioridad numérica frente a sus enemigos.
La triple aciex, o formación legionaria en tres líneas de ataque para el refresco de los soldados, fue empleada de manera insuperable por César con pequeños reductos de soldados en la retaguardia, a modo de refresco, así como con la reserva de caballería a los lados para lanzar coberturas envolventes.
En Alesia jugó su más brillante baza defensiva-ofensiva. César ordenó construir una doble línea de fortificaciones de varios kilómetros de diámetro para blindarse frente a los casi trescientos mil galos que procedían a ayudar a los ochenta mil asediados soldados de Vercingetórix a los que César tenía acosados dentro de la plaza.
César, con menos de cincuenta mil efectivos correspondientes a diez legiones nunca completas tras ocho años de guerras en las Galias, venció a unos y a otros en la misma batalla en la que se decidió el destino de los galos.
Pero a pesar de sus éxitos y de los beneficios que la conquista de Galia llevó a Roma, César continuaba siendo impopular entre sus pares, en particular frente a los conservadores que temían su ambición.
En el 55 adC, sus aliados Pompeyo y Crassus fueron electos cónsules y honraron el acuerdo establecido con César al prolongar el proconsulado por cinco años adicionales. Éste fue el último acto del Primer Triunvirato.
Al año siguiente, Julia Caesaris murió durante un parto, dejando al padre y al marido muy apenados.
Craso, por su parte, murió en el 53 adC durante la desastrosa campaña de Persia, condenada al fracaso desde el inicio por pésima planificación.
Sin Craso y Julia, Pompeyo se aproximó a la facción conservadora.
Todavía en la Galia, César trató de asegurarse la alianza con Pompeyo proponiéndole matrimonio con una de sus sobrinas, pero éste prefirió casarse de nuevo con Cornelia Metella, hija de Metellus Scipio, uno de los peores enemigos de César.
El senado liderado por Pompeyo había, en principio, enviado a César una sola proposición: mandar una de sus escasas legiones a oriente para vengar a Craso y devolver otra a Pompeyo que se la había prestado para las operaciones en la Galia.
Presentó una proposición al senado: licenciaría ocho de sus diez legiones si se le prolongaba la gobernación de la Galia hasta el 48.
Cesar reunió a una de sus legiones, la decimotercera, y les explicó la situación preguntándoles si estaban dispuestos a enfrentarse a Roma, a su patria, en una guerra que les calificaría de traidores en caso de perderla. Los legionarios no sólo respondieron que sí unánimemente, sino que cuando les advirtió que no tenía dinero para pagarles la soldada estos respondieron entregando sus ahorros a las cajas de la legión.
El 10 de enero del 49 adC «echó el dado» («Alea iacta est»), como él mismo dijo al cruzar el Rubicón con aquella legión de seis mil soldados dispuestos a luchar contra los sesenta mil de Pompeyo.
Los Optimates, incluidos Metellus Scipio y Catón el joven, huyeron hacia el sur, sin saber que César estaba acompañado apenas por su decimotercera legión.
César persiguió a Pompeyo hasta el puerto de Brundisium en el sur de Italia, con la esperanza de poder rehacer su alianza, pero éste huyó hacia Grecia con sus seguidores.
Entonces, César se dirigió a Hispania en una marcha forzada de apenas 27 días, para derrotar a los seguidores de Pompeyo en esa poderosa provincia.
Sólo cuando consideró segura la retaguardia, y después de organizar las instituciones políticas en Roma, que caía en la anarquía, César se dirige a Grecia.
El 10 de julio de 48 adC, César fue derrotado en la batalla de Dyrrhachium.
El encuentro final se dio poco tiempo después, el 9 de agosto, en la batalla de Farsalia. César obtuvo una victoria estruendosa, sin embargo, sus enemigos políticos consiguieron huir: Pompeyo para Egipto, Metellus Scipio y Catón para el norte de África.
De regreso a Roma, fue nombrado dictador romano (un concepto diferente del actual), con Marco Antonio como Magister equestris, y fue electo cónsul por segunda vez.
En 47 adC, César se dirigió a Egipto en busca de Pompeyo, lo sorprendió el hecho de que el viejo aliado y enemigo había sido asesinado el año anterior.
Al saber de su suerte, César quedó destrozado por la pérdida y por haber perdido la oportunidad de ofrecerle su perdón.
Tal vez debido a esto, César decidió intervenir en la política egipcia y substituyó al rey Ptolomeo XIII, que ya tenía la dignidad de faraón, por su hermana Cleopatra.
Durante su estancia, quemó sus naves para evitar que los egipcios hicieran un mal uso de ellas, lo que provocó el incendió y posterior destrucción del Biblioteca de Alejandría.
César tuvo un romance con la reina de Egipto y de la relación nació su único hijo, el futuro Ptolomeo XIV de Egipto (Cesarión).
Fue también durante este período cuando César sufrió su primer ataque de epilepsia.
Después de las campañas de Egipto, César se dirigió al Medio Oriente, donde derrotó al rey Farnaces de Bósforo en la batalla de Zela, en la cual pronunció la famosa frase de Veni, vidi, vici («Vine, vi, vencí»), por lo fácil de su victoria.
Después para el norte de África para atacar a los líderes de la facción conservadora allí atrincherados. En la batalla de Tapso en 46 adC, César tuvo una victoria más y vio desaparecer dos de sus peores enemigos, Metellus Scipio y Catón el joven. Pero los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto Pompeyo Fastulos, así como su antiguo comandante de caballería Tito Labieno, consiguieron huir para Hispania. César no dudó en perseguirlos y en marzo de 45 adC derrotó el último foco de oposición en la batalla de Munda.
Con todo el mundo romano bajo su control, César regresó a Roma, donde fue nombrado dictador vitalicio, Dictator Perpetuus, Imperator, y denominado Pater Patriae, padre de la patria.
Entonces comenzó un maratón de reformas administrativas, creando un cuerpo de leyes que fue el fruto del derecho romano, que incluyeron el cambio para el calendario juliano, donde el mes Quintilis fue rebautizado como Julius en su honor.
Expandió la ciudadanía a regiones como la Galia e Hispania
Contratación a extranjeros en las legiones
El imperator sería el comandante del ejército
Aumentó el número de senadores, pero limitó el poder judial de éstos y las sesiones en el senado pasaron a ser públicas.
Remodeló los impuestos (estos recayeron sobre todo en ciudades hispanas fieles a Pompeyo)
Dio oportunidades a todo intelectual, independientemente de su origen
Inició la reconstrucción de Cartago y Corinto
Creó la primera biblioteca pública
Modificó el sistema de reparto de cereales entre los ciudadanos
Suavizó las leyes contra las deudas
Castigó el soborno, la rebelión y el adulterio.
Además la elección de gobernador provincial recaía en el dictador, al igual que los juicios capitales o privados
Aumentó los días festivos y los juegos.
En febrero, en las fiestas de Lupercalia en honor a Baco, Marco Antonio le ofreció una diadema, símbolo de un rey, a César, el cual la rechazó con vehemencia, depositándola ante el templo de Júpiter.
Poco después, César fue asesinado en una reunión del senado, en los Idus de Marzo (15 de marzo) del 44 adC, por un grupo de senadores que alegaban actuar en defensa de la República. Entre ellos estaban sus antiguos protegidos Marco Junio Bruto y Cayo Longino Casio.
Tras recibir 23 puñaladas, César cayó a los pies de una estatua de Pompeyo y sus últimas palabras son descritas en varias versiones:
Tu quoque, Brute, filii mei! (Latín, ¡Tú también, Bruto, mi hijo!)
Et tu, Brute? (Latín, ¿Tú también, Bruto?, versión inmortalizada en la pieza de Shakespeare).
Marco Antonio recogió el cuerpo de César y lo mostró al pueblo, que quedo conmocionado por la visión del cadáver.
Poco después los soldados de su decimotercera legión trajeron antorchas para prender el cuerpo de su querido líder.
Luego los habitantes de Roma echaron al fuego todo lo que tenían en mano para avivar más el fuego.
La leyenda cuenta que Calpurnia Pisonis, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo: Sólo se debe temer al miedo.
En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había prevenido contra los idus de Marzo; llegado el día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el ciego respondió que los idus no habían acabado aún.
En el lugar de su cremación se construyó un altar que serviría de epicentro para un templo a él dedicado.
Después de la muerte de César, estalló una lucha por el poder entre su sobrino-nieto César Augusto, a quién adoptó en su testamento, y Marco Antonio, que culminaría con la caída de la República y el nacimiento del Imperio romano.