Capitán de los tercios españoles durante el siglo XVI y XVII, destacando también como ingeniero militar de su época.
Se le considera el ingeniero militar español de mayor capacidad técnica de los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII.
Gozó del aprecio de Juan de Austria y de Alejandro Farnesio. Por su destacado protagonismo en los sitios de Mäastricht, Tournay y, sobre todo, Amberes (1585), obtuvo el mando de la Artillería Imperial. Rindió las plazas de Huy y Calelet y venció al ejército francés den Doullens, demostrando un gran valor y sentido táctico.
Fue un hidalgo baezano nacido a mediados del siglo XVI. Se cree que entre los años 1556 y 1557.
Antes de cumplir dieciocho años, se enrola en los tercios, en el de Sancho Dávila, y durante los siguientes años consiguió escalar del puesto de soldado hasta el puesto de capitán.
En 1585, el maestre de campo Francisco de Bobadilla lo nombra sargento mayor de su tercio a los 28 años de edad, 11 años de servicio militar.
El 25 de julio de ese año, el Tercio de Bobadilla sale hacia Flandes por el Camino español. A su llegada a Flandes, el tercio es diseminado por las poblaciones cristianas católicas de la frontera para defenderlas de posibles ataques de protestantes.
El Tercio de Bobadilla estuvo en la jornada de Bommel, donde los holandeses rompieron los diques y anegaron la zona del río Mosa, y las tropas españolas acantonadas allí pasaron muchas penurias. Para colmo, tuvieron que combatir contra una flota de holandeses que navegaba por el terreno inundado. Los españoles, antes que desistir, combatieron como pudieron, hasta que un día, el día de la vigilia de la Inmaculada, el Mosa se heló, parando a los barcos holandeses.
De acuerdo con las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesta por unos cinco mil hombres, combatía en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueada por completo por la escuadra del almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era desesperada para los Tercios españoles, pues, además del estrechamiento del cerco, había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas. El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Hohenlohe-Neuenstein recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio. En ese crítico momento un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada: Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María, esperaban en su bendito día. Esa noche, se desató un viento completamente inusual e intensamente frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro». Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia.
Tras esto, el Tercio de Bobadilla fue reclamado en España. Lechuga esperaba obtener el puesto de maestre de campo, pero Alejandro Farnesio, decidió que quien ostentase ese puesto no fuera él, sino que fuera Manuel de Vega.
Entonces el hermano de Lechuga y su ayudante quisieron atentar contra el maestre de campo, lo que ocasionó que Lechuga fuese procesado, aunque no se encontró prueba alguna.
Fue quitado del puesto y estuvo entretenido sin mando alguno. Hizo un memorial de sus servicio a Felipe II de España y éste se lo recomendó al gobernador de los Países Bajos, el archiduque Ernesto, quien lo nombró teniente del capitán general de artillería de Flandes, monsieur La Motte. Durante este intervalo de tiempo, Lechuga escribió su tratado militar Discurso que trata del cargo de Maestre de Campo General y de todo lo que de derecho la toca en el Exército, sobre las atribuciones y cometidos del general en jefe.
Lechuga se fue a Lombardía, donde el conde de Fuentes le ordenó hacer un fuerte en el lago Como para conseguir que los españoles hiciesen el Camino español más corto, pues los franceses tenían pensado frenar la vía entre las posesiones españolas italianas y las posesiones españolas de Flandes en el puente de Gressin. Lechuga lo acabaría entre los años de 1603 y 1610.
En 1603 publica el discurso antes mencionado (el Discurso del capitán Cristóbal de Lechuga, en que trata de la artillería y de todo lo concerniente a ella, con un tratado de fortificación y otros advertimientos (Milán, Imp. de Marco Tulio Malatesta, 1611).
Incorpora un grabado con un retrato suyo y la aureola “El capitán Cristóbal Lechuga, natural de la ciudad de Baeza, aetatis suae 54".
En Lechuga existía la pretensión de crear una escuela de Artillería en Milán, finalmente lo consiguió y fue nombrado director en 1604. Entre 1605 y 1608 fue nombrado Teniente general de la Artillería del Estado (Milán). Como Teniente general de Artillería de Milán fue acusado de prevaricación y posteriormente encarcelado, aunque recuperó su libertad poco tiempo después al explicarse el posible fraude y cuantificarse mejor. En todo caso, su situación en Milán mejoró con el nombramiento como gobernador del Estado, de Juan de Mendoza, marqués de San Germán y después de la Hinojosa, que había servido a sus órdenes en Flandes en el Tercio de Bobadilla. Con él llegó a un acuerdo por el que abandona Milán, hacia 1613, siendo transferido a la Armada Real de la Mar Oceáno, con base en Cádiz. En este Tercio desempeñó el papel de Lugarteniente del Maestre de Campo General, Jerónimo Agustín.
Pero a Lechuga le cae la desgracia de ser acusado de prevaricación y desvío de caudales. El conde de Fuentes lo aparta de su lado y Lechuga escribe otro tratado: Discurso que trata de la artillería y de todo lo necesario a ella, con un tratado de fortificación y otros advertimientos.
Libre de cargos, vuelve a España, donde lo destinan en Cádiz, y participó con el Tercio de la Mar Océana en la conquista de La Marmora, un nido de piratas de la costa atlántica marroquí. Lechuga se destacó en ese combate pues consiguió salvar diez buques enemigos de las llamas que los propios piratas provocaron.
Por este hecho, Lechuga consiguió ser gobernador de la plaza por Felipe III de España, pero la zona era muy hostil e insalubre: de los 3.000 hombres que había allí destinados, sólo quedaban 500 hombres tras el transcurso de un invierno. Al cabo de cuatro años, Lechuga preparaba en su ciudad una capilla funeraria, pues veía cercana su muerte. No estaba equivocado, en 1619, los reyes de Marrakech y Fez decidieron atacar la fortaleza, pero el peligro se disipó cuando el rey de Marrakech murió. Pero los moros no tardaron en volver a atacar la posición, en 1622 estaban de vuelta, y no sólo eso, sino que una armada holandesa bloqueó el puerto. Es muy notable la epopeya de Alonso de Contreras, quien consiguió en poco tiempo armar una flota y llevar víveres y armas y munición, además de conseguir la paz con los marroquíes y destruir la flota holandesa.
Siendo gobernador de La Mámora, fundó patronato en la iglesia de Santa Cruz, en 1618. Unos años después (1622) muere en su gobernación, siendo trasladados sus restos mortales hasta Baeza para descansar en Santa Cruz y posteriormente en la Catedral de Baeza.
Se distinguió como artillero e ingeniero de los ejércitos españoles de Flandes e Italia, llegando a ser «teniente de general de la artillería». Se le considera, generalmente, el ingeniero militar español de mayor capacidad técnica y de más fértil inventiva de los últimos años del siglo XVI y los primeros del siglo XVII. Dirigió la construcción del famoso puente destinado a la expugnación de Amberes en 1585, que llevaba noventa y siete cañones. Diseñó numerosas piezas de artillería, ideó un nuevo tipo de cureña y una cabria de tres pies, e introdujo el empleo de las llamadas «baterías enterradas».
Lechuga publicó, entre otras obras, un notable Discurso... de la Artillería (1611). El interés de este libro reside principalmente en su parte consagrada al trazado, moldeo, fundición y barrenado de los seis tipos de cañón propuestos por su autor. En ella detalla, también, minuciosamente la fabricación de morteros, bombas, cureñas, cabrias, cucharas y otras piezas. La obra incluye, por otra parte, un excelente resumen de fortificación. (En J. M.ª López Piñero et alii, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, Ediciones 62, 1983, s. v. Lechuga, Cristóbal).