Son el antiguo resto de los Baños que existían antes de que se construyera el balneario.
Las primeras noticias de las aguas termales de Jabalcuz se remontan a un acta fechada el 13 de Julio de 1594.
En 1.628 es cuando se tienen las primeras informaciones sobre las aguas de Jabalcuz.
Un canónigo, llamado Francisco Jerez, compró allí unas tierras y construyó una famosa casería en 1653.
A finales del siglo XVII ya había un estanque para aprovechar sus aguas.
Entre los propios que la ciudad de Jaén poseía, figuraban en 1752 unos
baños calientes en el llamado por entonces sitio de Fuencaliente.
Los baños conducían a un callejón. En lo alto del mismo, en el siglo
XVI, el canónigo, doctor don Pedro de Monroy fue propietario de una
huerta agregada posteriormente a la capellanía que fundara en la
catedral donde fue chantre y dignidad, y que en 1752 disfrutó el
presbítero, heredero entonces de los vínculos de los Viedma, don
Cristobal de Viedma y Pareja. Por entonces contaba con 15 cerezos y 5
guindos garrafales, los de mayores guindas, junto a algunos guindos
comunes, 7 camuesos, dos ciruelos, un albaricoque y una noguera. El
obispo Fray Benito Marín y el cabildo de la catedral eran poseedores así
mismo de varias huertas aguas abajo regadas con aguas de Fuen Caliente.
Aquel, era poseedor de un granadal y un zumacar de primera calidad
linderos por poniente con la llamada Sierra de la Llana en Jabalcuz.
Tenia una casa de chamiza arrimada a ellos que servía para un solo estanque o baño, de hombres y de mujeres.
Por
entonces ganaba de renta 500 reales, cobrando ocho maravedíes por
persona que entraba a bañarse, siendo la concurrencia de hombres y
mujeres. Como cita Mazas, “demasiado licenciosa” y “por el solo desahogo de su genio”.