El
antiguo puente de madera, que periódicamente se llevaban las riadas y
había que reconstruir; porque el puente que comunicaba esta sierra,
antigua dehesa, era fundamental para el abastecimiento de leña y carbón a
la ciudad. Además los pastos de la sierra, caza, nieve y demás recursos
de la misma proporcionaban buenas rentas al Ayuntamiento, que
anualmente los sacaba a subasta.
La salida desde la ciudad a
esta zona se hacía a través de La Alcantarilla, siguiendo el camino
prehistórico que llevaba a Granada, el cual pasaba en primer lugar por
el pago de huertas de Valparaíso y los viñedos y olivares del Llano
hasta llegar al Vado de Lérix, vaguada en la confluencia del Río Frío de
Los Villares con el Río Quiebrajano, que al unirse formaban el Río de
Jaén. Con frecuencia el camino quedaba cortado por las tormentas, por lo
que en el vado de Lérix se levantó un puente, que en el siglo XVIII
denominó a todo el pago de huertas de alrededor como Puente de la
Sierra.
Tal construcción, como ya se ha dicho, era
periódicamente arrasada por las aguas tormentosas, que en su arrastre se
llevaban todo aquello que encontraban a su paso, tal como ocurrió en
1801.
Un nuevo puente, que sustituyó al provisional levantado
tras aquella tormenta, se construyó en 1816 hasta que otra nube en 1829
lo destruyó.
Lo mismo sucedió con el construido en 1847 con mármol negro de la cantera de San Cristóbal, de un solo ojo, arrasado en 1858.
Situación
que se repitió periódicamente durante la segunda mitad del siglo XIX,
hasta que el empresario Juan Francisco de Martos levantó un puente
particular y una ventilla junto a él, conocida como “El Portazgo”, que
ejercía la función de cobro de peaje además de suministrar artículos de
primera necesidad a los hortelanos de los alrededores.
Conflictos en torno al peaje del puente en 1899 motivaron que surgiese el puente actual (Puente de la Sierra), de carácter público.
Todabía quedan restos de sus arranques por debajo de El Portazgo.