Su nombre viene del latin malachites, en alusión a su color.
En la antigüedad era usada como colorante, pero hoy en día su uso es más bien como piedra semipreciosa.
Existe en San Petesburgo un fragmento de malaquita en extremo notable. Serrado y pulido tiene 890 mm. de longitud, 473 de anchura y 56 de espesor.
En tiempo del primer imperio francés, se veía en el Gran Trianón una tabla de mesa, unos candelabros y una copa, todo de magnífica malaquita. Fue un regalo del emperador de Rusia a Napoleón I.
Se ha intentado muchas veces grabar en malaquita pero inútilmente. La materia es demasiado blanca y las múltiples fajas que presenta en su pasta no permiten obtener figuras que tenan un aspecto verdaderamente artístico.