Gasterópodo terrestre de la familia Helicidae, endémica del sureste y levante de la Península Ibérica.
La concha tiene cinco vueltas de espiral, suturas marcadas y forma globosa; es de un color blanquecino, crema o marrón claro con bandas muy atenuadas que en la mayoría de los casos apenas son visibles. La superficie de la concha posee estrías radiales y espirales que al cruzarse le dan un aspecto reticulado. La abertura es un poco oblicua y ovalada, con un peristoma delgado; el ombligo está cubierto por una callosidad de color blanco brillante. Su tamaño está en torno a los 4 cm de diámetro y 2 cm de altura.
Es una especie termófila (prefiere los ambientes cálidos) y xerófila, es decir habita en lugares secos, a diferencia de otros caracoles terrestres que prefieren lugares húmedos como huertos, bordes de ríos y barrancos, etc. Por tanto, se la puede hallar en el monte, entre romeros, tomillos, lavandas, y palmitos.
Es activa los días de lluvia y con el rocío de la madrugada.
Es especialmente abundante en los terrenos calcáreos rocoso, abruptos y desforestados.
Durante años, ha sido considerada como una especie independiente, con el nombre Iberus alonensis, aunque muy cercana a Iberus gualtieranus. No obstante, el estatus taxonómico de I. alonensis ha sido siempre controvertido, y diversos autores la han considerado como una subespecie de I. gualtieranus. Seguramente, el estudio más rigurosos sobre ambos taxones es el de Ejejalde et al. (2005); según el mismo, existe una zona de hibridación que conecta ambos taxones en la naturaleza y la posibilidad de obtener híbridos fértiles en condiciones de laboratorio; dichos datos, junto al análisis del ADN mitocondrial sugieren que I. alonensis es una subespecie de I. gualtieranus y por tanto el nombre correcto debe ser Iberus gualtieranus alonensis.
La misma opinión tiene Moreno-Rueda (2006) que considera que I. gualtieranus posee una gran variabilidad con dos morfotipos extremos, I. gualtieranus gualtieranus e I. gualtieranus alonensis; las diferencias morfológicas entre ambas subespecies serían debidas a la adaptación a diferentes hábitats.
Está considerado un manjar en las zonas de España donde habita; es mucho más apreciado que otros caracoles comestibles (Helix aspersa, Otala punctata, etc.); se suele añadir a la paella valenciana a la que da un sabor excelente.
Dado su interés gastronómico y la dificultad que entraña su cría en cautividad, está especie está sometida en algunas áreas a una sobrerecolección. Según la IUCN la especie en su conjunto (Iberus gulatieranus) está casi amenazada.