Su hábitat
se ve limitado por su piel húmeda a zonas cercanas al agua o bajo
alguna protección en suelo húmedo, usualmente en un bosque.
Algunas
especies son acuáticas durante toda su vida, otras vuelven al agua en
forma intermitente, y algunas son completamente terrestres en su edad
adulta.
Las salamandras se parecen superficialmente a los lagartos,
pero se distinguen fácilmente por la ausencia de escamas.
Si pierden
algún miembro son capaces de regenerarlos.
Las salamandras están restringidas al hemisferio norte con la
excepción de unas pocas especies en el norte de Sudamérica.
La mayoría
son pequeñas pero pueden llegar a 30 cm.
La salamandra gigante de Japón
alcanza 1,5m y pesa hasta 25 kg.
La Península Ibérica alberga una importante diversidad de
subespecies del género Salamandra, posiblemente como consecuencia de
las oscilaciones climáticas.
La salamandra es un monstruo mitológico y símbolo básico de la
alquimia. Se la supone capaz resistir e incluso apagar los fuegos más
ardientes. El origen de este mito podría originarse en su condición de
anfibio, y que como tal, vive parte de su vida en el agua y parte en la
tierra (elementos alquímicos).
Suele ser común encontrar estos animales
entre la leña húmeda.
Segregan por su piel una sustancia blanca y espesa, que en
contacto con zonas sensibles como boca, nariz y ojos, produce
irritación, lo que le da erróneamente la fama de animal venenoso. Se
creía que tocarla era fatal.