El acebuche es un árbol de copa redondeada y densa, pero se suele presentar corno arbusto.
Puede formar matorrales, pero suele acompañar a las encinas y en menor proporción, a los alcornoques y quejigos.
Altura hasta 10 m de altura, de gran longevidad y lento crecimiento.
El tronco es corto, irregular, grueso, que se va retorciendo según va envejeciendo.
La corteza es lisa, de color gris ceniciento, que con el tiempo se va oscureciendo y cubriéndose de numerosos hoyos profundos.
Las hojas se disponen opuestas, son de forma lanceolada, recias y correosas, con bordes ondulados a veces y extremo con punta pinchuda. El haz es de color verde mate o grisáceo y el envés blanquecino. Suele mostrar hojas más redondeadas que el Olivo.
Las flores, en racimos, son blancas.
Produce pequeñas aceitunas (las acebuchinas) atractivas para las aves en otoño.
En la antigüedad, los triunfadores de los Juegos Olímpicos eran coronados con ramas de olivo silvestre.
Usado como patrón para todas las variedades de olivo cultivado y como ornamental por su bajo o nulo mantenimiento.
El acebuche es termófilo, resistiendo la sequedad y el calor, pero sensible a heladas frecuentes e intensas.
Prefiere los suelos ricos y calizos.
Tienen una gran importancia ya que sus frutos sirven de alimento a gran cantidad de aves, sobre todo zorzales, petirrojos, currucas, etc.