Antiguamente se conocía también como "la hierba de los ciegos", pues hasta éstos, la reconocen con solo rozarla.
Es una de las plantas que más aplicaciones medicinales posee.
Alcanza entre 50 y 150 centímetros.
Planta arbustiva perenne, dioica.
Es característico de esta planta el poseer unos pelos urticantes que tienen la forma de pequeñísimas ampollas llenas de un líquido irritante que al contacto con la piel producen una lesión y vierten su contenido (ácido fórmico, resina, histamina y una sustancia proteínica desconocida) sobre ella, provocando ronchas, escozor y prurito. Este picor se debe a la acción del ácido fórmico, compuesto del que contiene una gran cantidad. Estos pelos son muy duros y frágiles en la punta, por lo que es suficiente el roce para provocar su rotura.
La raíz, es muy rica en taninos, que le confieren una acción astringente.
Posee un tallo rojizo o amarillento, erguido, cuadrangular, ramificado y ahuecado en los entrenudos. Está dotado en todos los nudos de parejas de hojas, y esta recubierto de pelos urticantes.
Las hojas son de figura ovalada, rugosas, aserradas, puntiagudas, y de hasta 15 cm. Son color verde oscuras y con pétalos de color amarillo suave. Se encuentran opuestas y también están provistas, al igual que el tallo de los pelos que la caracterizan.
Florece del mes de Julio en adelante.
Las flores son verde amarillosas con estambres amarillos, reunidas en panículas pendulares, asilares y terminales. Normalmente son unisexuales, pequeñas y dispuestas en racimos colgantes de hasta 10 cm. Las femeninas se encuentran en largos amentos colgantes y las masculinas en inflorencencias más cortas.
Sus frutos son aquenios (cápsulas) y secos.
La planta también posee una sustancia llamada secretina, que es uno de los mejores estimulantes de las secreciones estomacales, del páncreas y de la bilis, así como de los movimientos peristálticos del intestino.
También contiene clorofila y ácidos orgánicos, a los que se debe su marcado efecto diurético.
La Ortiga mayor es cosmopolita, crece en regiones altas, y va desde el Japón hasta los Andes. En la península Ibérica es muy abundante.
La podemos buscar en cualquier lugar donde habite el hombre o el ganado, (se dice que va detrás de él).
Se cría en suelos ricos en nitrógeno y húmedos, en corrales, en huertos, a lo largo de caminos, de muros de piedra, en el campo o en la montaña, etc.
Nutricionalmente es de gran importancia por su riqueza en sales minerales y vitaminas que benefician a todos incluso a las personas que hacen dietas sin sal. Las ortigas contienen vitamina A y C, hierro, ácido salicílico y proteínas.
La ortiga es una especie cuyas hojas eran ya citadas en los tratados medievales como remedio en los estados asociados a un déficit en la diuresis.
Para combatir las ortigaduras involuntarias se usan las hojas de las malvas, frecuentes y fáciles de identificar.
Hay un dicho que dice que si uno orina en el mismo lugar durante cierto tiempo, crece una ortiga.
Antiguamente se usaban los azotes con ortigas para tratar el lumbago, parece ser que con resultados efectivos.
Se utiliza también como materia prima para la obtención de clorofila en procesos industriales.
Se cuenta que en la antigua Roma, se azotaba con un ramo de ortigas debajo del ombligo, riñones y nalgas a los hombres (sobre todo ancianos), para volver a dotarles del vigor perdido. Algo parecido hacían los antiguos griegos.
Los campesinos cuando quieren cluecas las gallinas con el fin de empollar huevos, las azotan con la planta fresca en la parte ventral, a los días la gallina se encuentra con temperatura.
Para supersticiosos, decir que el médico y alquimista del siglo XVI, Paracelso, recomendaba recogerla cuando la luna está en Escorpio y llevarla encima para obtener valentía y audacia.
A Paracelso también le permitía saber si un enfermo moriría o saldría de su enfermedad de la siguiente forma: echaba ortigas en la orina del paciente y las dejaba 24 horas. Si la planta se seca, el paciente moriría casi con certeza; si permanece verde, sobreviviría. Así de sencillo.
Más reciente es su uso, se ha utilizado para fabricar pasta de papel, como tinte para colorear telas y como fuente de fibras textiles para confeccionar cuerdas, redes, velas de barcos y ropas. Este último uso se remonta tan sólo a la Segunda Guerra Mundial, debido a la escasez de las fibras más habituales.