A partir del año 1851 cuando el castillo fue convertido en cementerio de la ciudad, el pabellón fue dividido en tres zonas, la central para culto religioso y los dos laterales como mausoleo para presbíteros y personajes sobresalientes de la época. Se abrieron cinco arcos para darle uso funerario al pabellón, adornando la fachada con seis parejas de pilastras adosadas y capiteles de tipo neoclásico.