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El Pilarejo
Fuentes, aljibes, estanques, baños y acueductos
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Nacimiento y el Pilarejo
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El Pilarejo.
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  • Ubicada en el Barranco del Pilarejo al que da nombre.
  • Fuente de alcoba que recoge las aguas de un nacimiento a escasos metros de éste y a un nivel superior.
  • Del aljibe que forma la alcoba, por un caño derrama a un pilar abrevadero.
  • Toda la fuente se encuentra blanqueada.

Leyenda de la Encantá del Pilarejo

Vivía en ésta Villa hace ya más de un siglo, una señora de muy digna posición,
Además de todo lo material la mujer poseía una gran belleza...
Con la casa en el pueblo, tenía su familia también una casa solariega a las afueras de éste,
Donde solían pasar los veranos toda la familia y los acompañaba la servidumbre.
Sin embargo los inviernos, cuidaban el cortijo un matrimonio ya algo mayores, ellos Vivian en la casita que había al otro extremo de la huerta que circundaba la mansión, pero no por ello alejados de la vista de todo aquel que visitase a la familia o intentase entrar en ausencia de ésta..
Había casado la dama con joven caballero de alta alcurnia de Baeza,
En aquella época, solían los caballeros prestar servicios al rey, unas veces en la corte y otras en las cruzadas.
Marchó el esposo de Dª María, que así se llamaba la dama, a luchar contra el infiel.
Sola y al abrigo de cualquier tentación, la señora, se enamoró de un apuesto joven, nada que ver con el entorno que la envolvía, éste era un joven molinero.
Como su casa siempre estaba llena de servidumbre y alguna que otra visita que recibía de Baeza, optó por tener los encuentros con su amado en el viejo molino junto al río.
Al principio sus visitas eran algo esporádicas y en ocasiones a plena luz del día, pero la cosa se complicaba y he ahí, que ambos amantes tuvieron que agudizar el ingenio.
Vistiese María con túnica blanca y negra capa con capucha y a lomos de un hermoso corcel negro, cruzaba todas las noches el camino, que separaba su casa del molino, pasando por el viejo pilar o como se le conocía, el pilarejo.
Al pilar, bajaban las mujeres del pueblo a lavar la ropa, se juntaban las mozas y aprovechaban a la vez de lavar, de poder hablar de sus cosas.
Era ya atardecido cuándo las mozas, recogiendo sus cestos con la colada lista, emprendieron el camino del pueblo.
No habría avanzado unos metros, cuándo Agustina tropezó con Juan, un muchacho que la rondaba, las amigas al ver que no quedaba sola continuaron su camino.
Se quedó la pareja haciéndose arrumacos y se les echó la noche encima, de pronto el trote de un caballo los volvió a la realidad y por miedo a que fuese su padre que volvía a buscarla, Agustina y Juan se escondieron entre la maleza.
Aquello les impresionó, pero volvieron al pueblo sin comentar nada a nadie.
Juan indagó en los días siguientes, si había alguna hacienda o algo que hiciese que cabalgase un jinete a aquellas horas de la noche, pero no halló respuestas...
Decidieron ambos jóvenes, con la ayuda del padre de Agustina, de apostar algunas noches cerca del pilar, por si descubrían el misterio.
Sentados entre los arbustos y ya muy entrada la noche, los alertó el relincho de un caballo, Agustina se acercó al pilarejo pues allí la luna parecía que alumbraba más y podría ver al enigmático jinete.
Algo asustó al animal estando ya a la altura de la joven, se encabritó y al posar las patas de nuevo en el suelo, lo hizo con tan mala fortuna, que dejó a la joven tendida en el suelo sin vida.
Dª María no tuvo por más, que detenerse, bajó del caballo y ofreciendo una bolsa de oro al padre y al novio de la joven, les pidió que se silenciase, la desafortunada muerte.
El hambre y la miseria que por entonces había, les hicieron aceptar el oro y el padre volvió a su casa, contando a su mujer que su hija, había decidido irse con Juan.
La madre lloró amargamente la marcha de su hija, más que por otra cosa, porque ni siquiera se había dignado decírselo a ella.
Juan desapareció del pueblo, así que nadie pensó que no se habían ido juntos.
Una noche al llegar al pilar, la dama sintió sed y se bajó del caballo para saciarla,
¡cuál no sería su sorpresa al ver que reflejada en sus aguas, se veía la cara de Agustina, que no era otra que su hermana menor, que ella no pudo distinguir que estaba en pie detrás de ella, por la oscuridad de la noche, María horrorizada intentó abalanzándolos en el agua, tocar aquel rostro, tanto insistió que acabó cayendo dentro mientras gritaba,¡yo no quería matarte!
La hermana volvió al pueblo y contó lo ocurrido en su casa, el padre envuelto en lágrimas y sollozos, contó la verdad.
Bajó la madre al pilarejo a la noche siguiente y asomándose a sus aguas, quedo para que no la oyese más que la muerta, dijo; tu vil dinero enterró a mi hija y quisiste sacarla, este será tu purgatorio nadie mejor que tú podrá sacarte de él.
Por eso contaban las madres a sus hijas, que si eran malas, y pasaban por el pilar, la encantá las cogería para salirse ella.


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Página confeccionada por Francisco Miguel Merino Laguna
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