Molino de Santa Ana

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Es un molino hidráulico de harina
En el inventario de bienes realizado por el Juez de Comisión enviado por el Emperador Carlos I, se encuentran los orígenes del Molino Alto de Santa Ana.
En este inventario se le señalaron al Concejo como Bienes propios los sitios para hacer molinos en la Torrentera de los Osarios, usando para ello las aguas del Vadillo de los Berros y la Fuente de los Chorros.
El Juez decidió entregar estos sitios a censo enfitéutico en subasta pública.
El censo consistía en la cesión perpetua o por largo tiempo del uso de estos sitios para molinos a cambio del pago anual de un canon y de laudemio, derecho que se paga al señor del dominio directo cuando se enajenan las tierras y posesiones dadas a enfiteusis.
La subasta concedió a Juanín LeClerque el uso de estos sitios. A cambio debía entregar 70 fanegas de trigo anuales al Concejo (administración similar al actual Ayuntamiento).
Entre, las condiciones del contrato figuraba que nadie pudiese hacer molinos en el término. De esta forma LeClerque tenía el monopolio de los molinos en Valdepeñas.
Este privilegio explica que el municipio llegara al siglo XIX contando únicamente con dos molinos: el Alto de Santa Ana y el Bajo de Santa Ana. Este último desapareció en los años 70 del siglo XX.
Es el primero en funcionar en Valdepeñas y, por lo tanto, el más antiguo del municipio.
Comenzó a moler el día el 15 de agosto de 1540 y contaba con dos piedras de molienda.
Su dueño, Juanín LeClerque, lo denominó Molino Alto de Santa Ana y, además, construyó un segundo molino, llamado el Bajo de Santa Ana que también disponía de dos piedras.
Ambos molinos fueron los únicos que existían en Valdepeñas hasta el siglo XVIII. En 1787, se transformó en molino el batán, utilizado hasta entonces para escardar lana, y que fue construido en el paraje de El Ejido de San Sebastián por doña Catalina González de Medina.
El batán empezó a moler entonces con las aguas de la Fuente de los Chorros.
Esta propiedad pasó al Marqués de Navasequilla hasta que los descendientes de LeClerque presentaron unos pleitos. El motivo era que, según los Arceo, el Marqués de Navasequilla había atentado contra el derecho único que el Mayorazgo tenía sobre las aguas y los molinos de Valdepeñas, al convertir en molino el batán. El segundo Marqués de Navasequilla perdió estos pleitos en 1815 y hubo de entregar al Mayorazgo de Arceo la propiedad del batán, en pago de las costas.
Desde su creación, en 1540, hasta mediados del Siglo XVI, los molinos pertenecían a Juanín LeClerque y descendientes. LeClerque, natural de Flandes, fue un criado del Emperador Carlos I, que llegó a Valdepeñas por cédula de S.M. durante su repoblación en 1539.
Durante la Guerra Civil española, el Molino Alto de Santa Ana fue intervenido por el Ejército Republicano y abasteció de pan a sus fuerzas.
Hacia, 1860 el molino sufre la primera reforma importante. Se introduce una rudimentaria tuna de limpia y un torno para la separación de harinas.
En 1931, cuando el molino pasa a pertenecer al molinero, es cuando se realizan las reformas más importantes:

Construcción de un horno, adosado al molino. De este modo, el Molino Alto de Santa Ana deja de limitarse a moler harina y se dedica también a fabricar pan.
Ampliación de la vivienda del molinero. Pasa a ocupar la parte superior del horno.
Construcción de un granero. Se realiza encima de la nueva vivienda del molinero. Se comunica, además, con la renovada sala de limpia a través de unos conductos que facilitan el transporte del grano.
Modificación de la sala de limpia. Se eleva el techo de la estancia a fin de contener la nueva maquinaria de limpia y separación de harinas.

En el año 1985, tras el cierre definitivo del horno del molino, la familia Parra crea la Fábrica de Dulces de Santa Ana. Es un edificio de nueva construcción que se ubica en el lugar que ocupaba la alberca del molino, que queda así sensiblemente reducida.
El edificio que alberga el molino ha sufrido numerosas reformas desde su creación.
En la actualidad podemos encontrar una edificación de tres plantas, de forma irregular, en el que pueden apreciar sin dificultad las sucesivas ampliaciones.
Los materiales empleados en la construcción son también diversos, acordes con las épocas en las que se ha ido ampliando.
La construcción se encuentra en bancadas, adaptándose a la falda de una ladera.
La planta baja, ocupada por los cárcavos, se está semienterrada.
Probablemente sea la única parte del edificio que no ha sufrido modificaciones desde su creación.
Está construida con sillares, con un acabado muy tosco.
Las bóvedas que albergan los rodeznos son desiguales; una alcanza 1,8 metros de altura y la otra 1,95 metros.
Encima de los cárcavos se encuentra la planta baja o sala de molienda.
Dos poyetes de obre, soportaban las piedras de molienda; en la actualidad sólo permanece una, pues en lugar de la segunda piedra encontraremos un conjunto de transmisiones.
Por unas escaleras de obra se accede a la segunda planta, o sala de limpia.
Bajo estas escaleras se encuentra el silo dónde se almacenaba el grano sucio.
Las columnas que soportan toda la edificación son de mampostería.
Entre ellas encontramos unos muros, los cerramientos, construidos con diversos materiales mampostería, adobe, ladrillos, etc.
Junto a los cárcavos y en diagonal, aun se conserva parte del cubo de presión del Molino Bajo e Santa Ana, Ambos molinos se encontraban en cascada.
El agua procedente de los rodeznos el Molino Alto, embalsaba en los cárcavos hasta una altura de 50 cm, formando a represa que surtía de agua al Molino Bajo.