En la muy
famosa, muy noble, y muy leal Ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de
los Reynos de España. Sábado en la noche a diez días del mes de junio de
1430 años, siendo Obispo de esta Ciudad y Capitán de Este Reino Don
Gonzalo de Astuñiga (que hoy decimos Zúñiga) ante su provisor y vicario
general Juan Rodríguez, Bachiller en derechos, se probó haber pasado,
real y verdaderamente lo que se refería: Que a la hora de medianoche el
sábado dicho iba una gran procesión de gente muy lucida y con muchas
luces, y en ella siete personas que parecían hombres, que llevaban siete
cruces; iban uno detrás de otro, y que las cruces parecían a las de las
parroquias de ésta Ciudad, y los hombres que las llevaban iban vestidos
de blanco o con albas largas hasta los pies. Iban más otras treinta
personas también con vestidos Blancos, en dos hilos, acompañando las
Cruces. En lo último desta procesión iba una Señora más alta que las
otras personas, vestida de ropas blancas con una falda de más de dos
varas y media; y iba distinta de los demás la última, y no iba cerca
della otra persona, de cuyo rostro salía gran resplandor, que alumbraba
más que el Sol, porque con él se veían todas las cosas alrededor, y
contorno, y las tejas de los tejados como si fuera amedio día el Sol muy
claro, y era tanto lo que resplandecía, que le quitaba la vista de los
ojos, como el sol cuando le miran en hito. Esta Señora llevaba en sus
brazos un niño pequeño también vestido de blanco, y el niño iba sobre el
brazo derecho. Detrás desta Señora venían hasta trescientas personas,
hombres y mujeres, éstas cerca de la falda de la Señora, y ellos algo
mas atrás. Estos hombres y mujeres no hacían procesión sino de montón;
iban las mujeres delante y los hombres atrás, y todos vestidos de
blanco, y sonaban como que iban armados. La cual procesión iba hacia la
capilla de San Ildefonso, y habían salido de la Santa Iglesia mayor.
Esto afirmaron con juramento Pedro, hijo de Juan Sánchez; Juan, hijo de
Vzenda Gómez; Juana Hernández, mujer de Aparicio Martínez; y otros
testigos, cuyos dichos y deposiciones están en el archivo desta Iglesia,
y capilla.
Bartolomé Ximenez Patón, Secretario del Santo Oficio,
en el capitulo decimotercero de su obra «Historia de la Antigua y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén», publicada en 1628.
Desde
ese momento se construyó una capilla anexa a la iglesia, donde terminó
ese cortejo celestial su procesión por la ciudad, forjándose la devoción
de la ciudad a la
Virgen de la Capilla.