[Escucha este texto]Las obras se terminaron el 15 de enero de 1912.
Romántico y lúgubre, como los versos atribuidos a Espronceda, nos describe un periodista del diario republicano «El luchador», el viejo cementerio de Tabarca, «situado a las mismas puertas del pueblo y en el punto que sirve de atracadero, frente a la cala, y en un estado lastimoso se encuentra el corralón destinado a guardar los cadáveres allí sepultados (...) Cuando ocurría una defunción se hacía imposible abrir nueva zanja, sin encontrar otro ataúd (...) Aquello está hoy convertido en grasa pringosa, trozos de madera, cráneos, fémures, algún destruido esqueleto mal envuelto en retorcidos trapos».